sábado, 9 de julio de 2011

Dos cuerpos, dos mentes, un camino (II).




Dos cuerpos que comienzan a aprender que la escuela de la vida no hace concesiones, que es maestra vieja.
Y que hay que aprender cómo hacer huevos fritos un día, y al siguiente cocidos.
Aprender a estar juntos sin invadir espacios, sin pisar respetos y portar alegrías.
Aprender a compartir las horas… los minutos: Éste para ti, éste para mí, éste para los dos.

Dos corazones colmados entraron en la casa desvestida.
Los miedos que lucen por separado se diluyen al saberse unidos.
Atrás quedan los árboles cómplices, las hojas chismosas…
Las risas a media voz en los portales penumbrosos, el querer y no poder…
El jugar a las escondidas con el mundo.

Una habitación vacía. Dos miradas en girar callado y sereno observando la desnudez de las paredes frías, las cortinas ausentes, los cuadros adivinados, la cama que preside bajo los cristales agrietados.
Cuatro hombros que se encogen a la media luz que apenas consigue la única bombilla.
Dos sonrisas enamoradas, que se dicen; ¡Qué bonito, está todo!





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