miércoles, 6 de julio de 2011

SENTIR...MELANCOLÍA

Noche de verbena. Apenas tiene diez años, al igual que yo. Dos coletas adornan su cabeza, falda plisada de flores rosa y blusa blanca con botones brillantes.
 La he visto a lo lejos. No es del barrio. Algo fuerza que desoiga a mi vergüenza y me acerque a ella ¿curiosidad? ¿Qué es esto? No sé; pero, no puedo evitar el hacerlo.
Poco a poco, no sea que se dé cuenta.
Con un raro temblor (más por la nombrada vergüenza, que por miedo, y, no falto de una gran dosis de nervios), consigo llegar a su lado.
Ella, ya se percató desde hace rato de mi viaje, claro. De vez en cuando ha ido girando su cabeza, dejando, por un momento, la conversación que mantiene con sus amigas, persiguiendo mi torpe andar.
Está tan ¿nerviosa, inquieta? Como yo. Apenas puedo balbucear un inaudible: “¿Bailas?”.
No me oye. Hace un gesto interrogante con su cabeza. Me dispongo a formular la cuestión con más firmeza: “¿Qué si bailas conmigo?”
Quiero desaparecer: La música ha parado de sonar, justo en el instante que vocifero mi petición.
Sus amigas enmudecen de golpe, y se giran riendo hacia mí, mientras se me enrojece la cara.
La miro. Tiene mi mismo color. Intenta recomponerse mientras, por detrás de la falda, hace gestos con su mano a las que ríen para que se callen.
Por fin habla: “Se lo tendrás que preguntar a mi hermana mayor”, dice su voz casi tan tímida como la mía.
¡OH, no! Pienso para mis adentros. ¡Qué difícil resulta esto!
Pero la misma extraña fuerza que me ha hecho ir hasta ella, me acompaña ahora hasta su hermana, mientras andamos, con algún que otro tropiezo, detrás de la niña.
No recuerdo (por el gran apuro pasado, o porque la mente en ocasiones es sabia) el momento justo de solicitarle tal cosa; pero, sí veo su sonreír tras oírme: tierno, dulce.
“¡Claro!” dice tan sólo. Y nos empuja a los dos con la mirada hacia la pista de baile.
Al separarnos de ella, ésta, coge suavemente una de las coletas de mí, ahora, pareja de baile; que se desliza despacio por su mano, hasta liberarse del cariñoso gesto.
Bailamos una canción. No recuerdo cuál. Tampoco lo que hablamos, si lo hicimos. Sólo sé, que bailamos una vez, y luego…nunca la he vuelto a ver.

No hay comentarios: