viernes, 22 de julio de 2011

A VER SI TENGO UN RATITO Y ME SUICIDO



La idea vive a mi lado hace un tiempo. Acompaña mis conversaciones de a uno de vez en cuando. No tengo más motivos que otros; ni menos tampoco. No es por nada en concreto, por un hecho puntual, no; es por todo.
No es por meter la pata algunas veces y molestar a un amigo con mis palabras; unas veces inoportunas, en ocasiones de más, no. Me duele el hacerlo cuando me doy cuenta; mas, espero que comprendan que no hay maldad en mis intenciones. ¿Torpeza? Lo más probable.
No es por perder un amor. Mascar su ausencia durante cien días, vomitarla mil noches. Sentir el ardor en las entrañas. Tejer un abrigo de espinas con ellas y clavar las agujas de hacer punto en mi corazón al terminar. Añorar sus palabras, sus besos, sus caricias, su sola presencia. No aceptar su olvido. No poder contestar a las preguntas que hace mi deseo. Deseo de tenerle de nuevo a mi lado, de compartir espacios, de abrazos sin fin, de confesiones, de complicidades, de lujuria, de pasión, de…
¿Por qué, cuándo, cómo pasó? ¿Cómo he terminado viviendo de las fotografías de años pasados, de cajones nunca abiertos, de heridas no cerradas?
Y te ves de pronto con una botella de limpiador en la mano. La levantas. La acercas a tu boca mientras bizqueas en su interior y llega su olor intenso a desinfección justo antes de que humedezca tus labios. Y de pronto recuerdas las palabras de alguien que ya probó el método: “El limpiador no te mata; pero, te deja un dolor de tripas que te acuerdas el resto de tu vida. Al hospital corriendo, lavado de estómago, y terapia”.
¡Coño! Pues tampoco es cuestión de sufrir sin necesidad; y no tengo tiempo para hospitales.
Y piensas en ir al baño: Desnudarte despacio mientras las imágenes de tu vida se agolpan intentando salir todas a la vez. Doblas la ropa con pliegues de ritual religioso, y la dejas caer al suelo resaltando el sentido absurdo de lo anterior. Y te sientas en la bañera de uno veinte. Acurrucado en estrecheces. Estrecheces hasta para irte, piensas. Y sientes el frío de la losa, el ardor de tu cuerpo, el grifo en la espalda. La cuchilla en tu mano tiembla. Estás seguro de tus dudas. Y escuchas tu latir, el salado del sudor al resbalar por tu piel, el bello al ponerse en pie para observarte. Y sigues dudando: ¿Me hago dos pulseras en las muñecas, para que venga la muerte despacio, como en un sueño placentero, dando tiempo a que la casualidad venga a verme en forma de visita inesperada y me encuentren a tiempo; o dibujo un profundo zic-zac a lo largo de mis brazos para que sea rápido y sin vuelta atrás?
Pero, mi cuerpo se adelanta a mi pensar; siempre lo hace, siempre con sus prisas.
Voy a un parque. Me siento en un banco. El viento sopla con energía, provocando el griterío en los árboles alborotados. Mecen sus ramas todos en la misma dirección; como señalando el juego que mantienen una pareja de gorriones en incansable persecución. Veintidós grados, ¡OH! Por fin un respiro del caluroso verano. Una pequeña perrita da saltos con la inútil intención de alcanzar a los pájaros mientras les ladra. Después se cansa y comienza a rebozarse en la hierba con evidencias de goce, convulsionada de placer.
Alzo la mirada al cielo. Estoy en ninguna parte, estoy en todas. A un lado del horizonte es de día, a su contrario, a lo lejos, la noche comienza a dominar. Sobre mí un cielo de luces turbias carente de nubes me observa. El mirar es mutuo durante un buen rato; pero, me vence en el pulso; cierro los ojos y me dejo llenar de vida. Soy viento que me despeina, soy hoja que abandona su hogar, soy pájaro que vuela, soy perrita en la hierba, soy mirar al cielo, al sol que se oculta, a la luna que velará sus sueños.
Y de pronto me doy cuenta de que siempre hay algo en el camino. Algún instante que merece la pena. ¿Para qué coger atajos y perderlos? Si total, llegar llegaré, no sé dónde; pero, llegaré. ¿Para qué las prisas? Los que las tuvieron nunca me han contado nada, ni bueno ni malo del más allá; y los que volvieron a la senda a última hora, por la suerte de una visita inesperada, no dejan de agradecer su fracaso, de gozar algunos instantes.
Qué hueco sería el orgasmo de una pareja, qué sin sentido, si sólo existiera el clímax, la culminación del acto. Qué soso y rancio sin caricias, sin besos, sin pararse a oler una flor, sin recrearse en el camino que lleva a ese final, sin un rozar de cuerpos, sin un apretar de nalgas, sin un hundir de uñas en piel ajena, sin un enredar de pelos, sin un despeinar, sin deseo de andar, de detenerse para un mirar que dice: “¿por qué paras? Sigue”, sin unas manos que responden: “no hay prisa”, sin un comenzar de nuevo, para recrearse, para respirar juntos de nuevo el aire exhalado, para disfrutar de nuevo el momento pasado, para retrasar el tiempo que no importa, que no cuenta, que no existe, para hacer de dos uno, en un momento, el buscado, el tan deseado, el que llega despacio, anunciándose en silencioso grito, en mirares enfrentados, en mudos labios que se estrujan, en un contraer de músculos que parecen romper, en un cogerse de manos tensas, en un terremoto interior que hace temblar el mundo, su mundo…
Sin atajos. No quiero atajos.
Además, estoy muy ocupado, no tengo tiempo. Vivir me ocupa todas las horas, todos los minutos.
Hay demasiados pájaros que vuelan, hojas que caen, perritas en la hierba, gente para conocer, con quien conversar, con quien compartir, con quien amar.
Estoy muy ocupado viviendo. A ver si tengo un ratito y me suicido.
Llámame loco; pero, no tonto.




Tu comentario siempre es bienvenido.

3 comentarios:

Raelynn dijo...

Hola Javi

Supongo que la vida es una constante que debemos de vivir, aceptar que muchas veces ese camino puede ser de felicidad , de amor , de gloria ...pero como en las rosas existen también las espinas, quiero con ello decir, que existen dificultades , malos momentos, infelicidad, incluso podemos perder un ser querido...todo ello duele y puede hacer demasiado daño.

Pero son momentos malos o podemos llamarles " baches " que hay que tener la suficiente voluntad , fuerza y coraje para superarlos , el tiempo todo lo cura , hasta las dolencias...y hay que aprovechar la vida que en el fondo es un regalo e intentar buscar todo aquello que te llene , satisfaga y te haga feliz.Quien sabe , la felicidad puede estar a la vuelta de la esquina, pero hay que buscarla y andar esa esquina.

Y tienes mucha razón , el vivir debe de ocupar todos el tiempo , los momentos , las horas , los minutos... y apreciar todo lo hermoso que nos da.

Un Abrazo y un saludo cordial.

JAVI dijo...

Gracias, Raelynn.
Eso creo yo: hay que seguir para delante y disfrutar de esta vida lo más posible.
Claro, alguno pensará que digo esto porque no tengo problemas; pero todo el mundo los tiene. Tarde o temprano tenemos pérdidas; pero no tengamos prisas de ver lo que hay por allá.

Daniel Eduardo Gómez dijo...

Hola Ivaj:

Llegue hasta ti siguiendo este relato que encontré adjunto al Facebook de Raelynn y allí se ne abrió la puerta a este blog sencillo de imágenes pero con un mostrador de relatos tan llenos de vida que me quede leyendo, y como quiero seguirte de ahora en más, me gustaría que me visites en:

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Y si te gusta mi blog que tu también lo hagas.

Saludos y un abrazo de cualquier manera