miércoles, 6 de julio de 2011

SENTIR...ASCO

No quiero sentir de nuevo la desagradable sensación de asco.
Esa que sientes al pisar una mierda cuando caminas tranquilo por cualquier acera.
La repulsión que recorre tu cuerpo al aplastar un caracol; que es como una desagradable descarga de corriente que discurre desde tu planta del pie hasta los ojos que no pueden evitar mirar al desdichado animal desparramado a medias entre el suelo y suela.
No quiero sentir el asco, la repugnancia, que sentí al observar a dos descerebrados mientras competían por demostrar quién era más guarro de los dos el la barra de un bar: El primero, tras coger aire sonoramente y rebuscando hasta en sus entrañas, escupió un gran gargajo verde y espeso sobre la barra. El segundo lo miró sabiéndose ganador de antemano y, tras coger la pajita de su refresco, la introdujo en el despojo y lo sorbió hasta que no quedo nada.
Pero, pisaría cien mierdas, otros tantos desdichados testáceos, incluso daría por bueno tener que ser yo el que sorba por la pajita, si eso me quitara el ASCO que siento al oír que alguien presume de trajinarse a dos crías de trece años.
ASCO, porque ahora se siente tranquilo de contarlo porque a prescrito.
ASCO, porque, desgraciadamente, tenemos poca memoria y tras unos días de alboroto él irá orgulloso por la calle como si nada.
ASCO, porque no comprendo por qué permitimos que cosas así queden impunes. Me da lo mismo el tiempo que haya pasado; si hubo un delito, tiene que pagar por ello.
A él, lo único que le diría tras vomitar si me lo cruzara es que el haber nacido no hace más que confirmar una de mis teorías: Te puede parir la mujer más pura y honrada del mundo y ser el mayor hijo puta que pisa la faz de la tierra.

  

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